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Cuento corto para Pentecostés.

Foto del escritor: Jessica Morán Jessica Morán

Actualizado: 23 may 2020

Por Sandra Chandía.

Las partes entre comilladas pueden ser cantadas.

 

Un campesino tenia trece hijos. Un día dijo a los doce mayores - Ha llegado el momento de que se hagan cargo de su tierra-. Buscaron sus pertenencias y herramientas de trabajo.

Así emprendieron su viaje sin recibir consejo alguno y sin mirar atrás, cada uno llevaba un buen puñado de semillas escogido al azar de las reservas de su padre.


En el camino les hablaron los campesinos del pueblo, pero ellos no atendieron. Los animales y pájaros los quisieron acompañar, pero ellos siguieron su rumbo sin atender y sin mirar.


Al llegar a sus tierras esparcieron sus semillas y se durmieron.

“Duérmanse todos los hermanos

las semillas han echado

sin mirar, sin atender, sin saber”

Las semillas no han crecido y los hermanos no saben qué hacer.


A la casa de su padre, llegan noticias de lejos, los 12 hijos están perdidos, no han oído consejos.


El pequeño, el treceavo, pide a su padre que le permita el favor de ir en ayuda de sus hermanos por amor.

El pequeño emprende el viaje en su caballo veloz. Va cargado de la buena semilla y los haberes de su padre labrador.


“Buen oído, ojo atento

y la buena decisión, de ayudar a los hermanos

con su noble corazón”

Al llegar al campo no hay nadie trabajando, los hermanos están dormidos, a nadie han oído. Con el primer golpe de azada, un centenar de palomas blancas se acercan volando. Con el estrépito y el aire los hermanos se levantan. En el pico las palomas, llevan semillas nuevas, apropiadas y separadas para la nueva tierra.

Los hermanos se ponen muy contentos al trabajo, agradeciendo al pequeño que tan buena nueva trajo.

“Paloma del palomar,

Que el amor vas a buscar”






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